Abordaje poético de Varasek Ediciones en el Molar Este miércoles, 13 de junio, a las 21 horas, con Benito del Pliego, Antonio Cordero, Francisco Carreño y Enrique Mercado

cropped-LOGO6.jpgLos poetas de la colección Buccaneers, de Varasek ediciones, han decidido tomar al abordaje elCafé El Molar, situado en la calle Ruda, 19 (metro la Latina). Benito del Pliego, Antonio Cordero y Enrique Mercado recitarán poemas de los libros publicados hasta ahora por la editorial madrileña (Indice, En el hangar cromado y Am/Pm) y algunos de nueva cosecha que sin duda harán las delicias de la nutrida tripulación que los sigue. Como invitado especial, Francisco Carreño, uno de los poetas más iconoclastas del panorama poético actual, autor del excelente poemario Formas de sed, con fotografías de Luis González-Adalid.

De repente todos los perros se ponen a ladrar. ¿Alguna desgracia va a ocurrir?
Es el pan de cada día. Los dioses mueren a cada momento. La naturaleza se
regocija en su orfandad.

¿Puedes conocer y penetrar todo sin conocimiento?
(“If the fool would persist in his folly he will become wise”),

¿Por qué buscar la verdad fuera de tus ojos?
La sangre avanza, tropieza incansablemente contra sus estrechos límites. El
oído la escucha. Su dominio se extiende, se mezcla, se separa.
Todo latido debe su forma al recuerdo de lo que nunca ha sucedido.

(FRANCISCO CARREÑO)

1.
El agua pasa, y sobre el agua, el brillo del sol
detenido.
2.
Con un trazo invariable lo imprevisible se concreta.
3.
Y no se cansa de mirar: el ojo bebe su saber del río.
(BENITO DEL PLIEGO)

Nada tan triste y negro como un reparador de neumáticos en una
carretera de Java. La noche en el fondo del garaje. Un sueño de
ladridos despierta al niño. Agua y aceite en un bidón de gasolina. Ni
siquiera la manada se acerca a los intocables.

(ANTONIO CORDERO)

Los árboles invisibles

No hay ciudades en el cielo, las nubes dejan al descubierto el sol. Siempre estaba pendiente de los fenómenos y nunca me preocupó si mis pies pisaban un reguero de hormigas o un charco. ¡Chof! Los árboles eran invisibles entonces. Ahora seguirían pasando inadvertidos de no ser por el titilar de la luz en el envés de sus hojas. Como una cinta culebreando en el aire del otoño. Los árboles tienen sus raíces bien plantadas en el suelo. Y apenas toman de la tierra lo justo y sin embargo se remontan más alto que un hombre con alas de cera. Los árboles son Dios.
(ENRIQUE MERCADO)

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