Elliott Murphy (Long Island, New York. 1949). Rockero eléctrico y acústico, neoyorquino, parisino, trotamundos, combinación como él dice de sensibilidad y energía. Compositor prolífico. Año por disco desde que publicó “Aquashow” en 1973, un homenaje a su padre, al espectáculo de danza sincronizada que Elliott Murphy Sr. orquestó con éxito siempre y cuando no lloviese durante los años cuarenta y cincuenta. Cantautor, poeta, periodista en primera persona, novelista, disidente. Paul Nelson escribió en la revista Rolling Stone aquellas dos críticas a la par sobre Aquashow de Murphy y sobre The Wild, the innocent and the E Street Shuffle de su Bruce Springsteen y concluyó que se trataba de lo mejor de un nuevo Bob Dylan. Cuántas veces habré leído algo semejante a un “nuevo Dylan” refiriéndose a Tom Petty, Graham Parker, John Mellencamp, Willie Nile, Jonathan Wilson o Dylan LeBlanc durante más de las cuatro décadas últimas. Y si bien es obvia la influencia del señor Zimmerman en Murphy – con su segundo grupo antes de iniciar su carrera en solitario no dejaba de cantar Like A Rolling Stone -, es más notable la impronta del rockerío urbanita neoyorquino de Lou Reed, su afinidad con el movimiento underground. En los discos de Murphy escuchamos a Mick Taylor y Phil Collins, Jim Gordon (coautor junto a Eric Clapton de Layla), a Doug Yule (The Velvet Underground y American Flyer), Billy Joel, Ellen Shipley, Steve Katz (Blood Sweet & Tears y American Flyer), David Johansen (New York Dolls), Arthur Russell, Cindy Bullens, a The Violent Femmes, a Shawn Colvin, Jerry Harrison (Talking Heads), Iain Matthews o, cómo no, a su amigo leal Springsteen.