Los primeros tanka datan de más de 1450 años. Su primera utilidad fue transmitir mensajes secretos entre amantes. Una sucinta síntesis a la mañana siguiente de una apasionada noche, tras la que el autor [Víktor Gómez] devolvía con sutiles palabras su gratitud al amante que le había proporcionado tan ardientes placeres.
Eran mensajes cifrados que dificultaban la comprensión real de la misiva. Así se hacía porque los tanka pasaban por varias manos antes de llegar al destinatario y había que evitar la posibilidad de que cayeran en poder de alguna persona inconveniente.
Esa ininteligibilidad protectora de la intimidad entre los amantes, así como la esencialidad del texto, fueron el primer aliciente del autor de Las trazas del calígrafo zurdo, solo que su(s) amante(s) o destinatarios son aquellos que conocieron, y se reconocen, en las víctimas de persecución, cárcel, tortura o exterminio.
Víktor Gómez propone un diálogo con lo destrozado y destrazado del presente. Trazas y humo en tiempos de gran orfandad. Poesía ajustada a un estuche cifrado cuya clave
poseen, a medias, autor y lector. Así, los poemas admiten lecturas desde lo político a lo íntimo.